Reactivar la pesca es una prioridad para el desarrollo económico de México, pero que requiere de compatibilizarla con el resto de las actividades productivas marinas. En el Golfo de México la creciente competencia en el mar ocurre primordialmente entre el marginal sector pesquero y la poderosa industria petrolera. En el caso de Tabasco, su flota artesanal opera con alrededor de 2,000 embarcaciones menores desde la línea de costa hasta los 90 m de profundidad. Sin embargo, desde la década de los setenta, el espacio pesquero ha sido disputado con la industria petrolera. La Región Marina del Suroeste de PEMEX tiene 44 pozos y 24 plataformas marinas operando a una profundidad promedio de 26 m. Esta sobreposición de actividades en las aguas someras ha ocasionado constantes conflictos que se agudizaron desde el Acuerdo Intersectorial que incrementó la extensión de las zonas de exclusión alrededor de la infraestructura petrolera en 2003.
A pesar de las crecientes estrategias de protección ambiental y de desarrollo social de PEMEX, y los esfuerzos de instituciones del gobierno estatal y federal, la competencia entre la pesca y la industria petrolera por el espacio marino podría volverse más compleja en los próximos años. Las reformas estructurales sobre el petróleo permitirán promover la venta de nuevos campos en la costa de Tabasco a compañías privadas. Esto implica, entre otras cosas, la entrada de nuevos y poderosos actores en la extracción y la reducción de las ya mermadas áreas de pesca de acuerdo a los estándares de seguridad internacionales. Además, este escenario podría agravarse aún más por las modificaciones en la distribución de las especies y la vulnerabilidad de la franja costera tabasqueña. El trabajo que aquí se plantea es prioritario para Tabasco, pero trascendental para el Golfo de México, pues situaciones similares ocurren en Campeche, Veracruz y Tamaulipas.